En la frontera hay mujeres que venden agua, fruta, frutos secos, galletas, compro un poco de cada, toda la mercancía la cargan sobre sus cabezas, también aprovechan los peajes y donde pueda haber acumulación de tráfico para vender.
A lo largo de todo el camino vemos a ambos lados poblados con casas de barro, a mediodía paramos a comer en uno, hace un calor sofocante y la carne que nos dan está como una piedra.
Ya de noche llegamos a Bobo-Dioulasso buscamos hotel, cena y a dormir.
La gente de Burkina es encantadora, he de volver.
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